Los excesos de Will.i.am invaden ‘#willpower’

Desde que le dio por la electrónica, Will.i.am es uno de esos productores y artistas que genera más desconfianza que interés por un proyecto. Y si es suyo, peor aún. Su cuarto disco, #willpower, está pensado para las pistas de baile, algo lógico dada la trayectoria de los Black Eyed Peas. Pero la suya es una apuesta por las bases recargadas, como avanzaba aquel primer single T.H.E. (The Hardest Ever) que no ha entrado en el álbum.
Sorprende que Good Morning sea lo primero en escucharse del disco. Es una introducción clásica, con unas bonitas cuerdas y un sonido orgánico. Una fórmula que no volverá a aparecer en la hora que dura #willpower. Porque lo de Will.i.am es una electrónica de excesos en la que las canciones tienen cambios de melodías que les perjudican en lugar de beneficiarles. Sucede con Hello, con una base tan pesada en las estrofas que arruina el correcto dance light del estribillo, o en la eterna Let’s Go, que por momentos tiene una base decente por la que Will no ha pagado a sus autores. En Gettin’ Dumb, directamente, reina la confusión, entre la que destacan las surcoreanas 2NE1.
Las producciones de Will.i.am, involucrado en casi todas las del álbum, son demasiado bastas. This Is Love tiene a una cargante Eva Simons gritando un estribillo en el que está metida de forma brusca y Love Bullets es su intento fallido por sumarse a un dubstep que empaña la voz de Skylar Grey. La sencillez podría haber salvado temas como Far Away From Home con Nicole Scherzinger, que parece un número electropop simpático hasta que llega un estribillo en el que voces y música no empastan como deberían. Lo contrario sucede con #thatpower junto a Justin Bieber. El estribillo funciona bien, pero la base del resto de la canción es agotadora.
Entre tanto dance desbocado –como la horrible Great Times Are Coming-, Will.i.am intenta volver al hip hop en la aburrida Freshy junto a Juicy J o la insufrible Geekin, dedicada a su pasión por la tecnología (incluso se compara con Mark Zuckerberg). Solo regresa con acierto a ese terreno en Ghetto, Ghetto, una colaboración con una niña en la que recupera el sonido de los Black Eyed Peas de Elephunk.
Y al final, ¿qué queda entre todo esto? Scream & Shout es de lo más destacable, quizá porque la conocemos desde hace tiempo y nos hemos acostumbrado a sus cambios de tempo. Eso sí, Britney Spears se queda con la mejor parte. Fall Down con Miley Cyrus, producida por Dr. Luke, Benny Blanco y Cirkut, podría haber estado en el último disco de Ke$ha. No es original, pero es un número pop y “tranquilo”, que es de agradecer. Tanto como el respiro que supone The World Is Crazy, al margen de su letra de carácter social que poco tiene que ver con el resto del disco.
#willpower es una oda al exceso y a las melodías machaconas. Will.i.am riza el rizo y tira por tierra canciones que tendrían posibilidades. Esa es su visión de la electrónica, una visión que acaba siendo agotadora. Pero esta vez se ha rodeado de varios colaboradores para que le ayuden a sacar algún éxito de un disco que, de otra forma, pasaría inadvertido.

Nota: 4
Destacamos: Scream & Shout, Fall Down
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