Katy Perry inauguraba el pasado 16 de febrero la rama
europea de su gira Prismatic World Tour.
Ante un público de más de 12.000 espectadores, Perry hizo despliegue de un gran
show de variedades donde la escenografía a través de un prisma jugó un papel
importante.
Eran cerca de las 20.00 horas y ya nos acomodamos en nuestros asientos para empezar el show con Charli XCX. La
británica fue la encargada de animar al público antes de la gran aparición de
Katy Perry. No contaba con una gran escenografía; apenas unas figuritas con
neón al fondo y una piruleta gigante en forma de corazón que anunciaba el
nombre de su nuevo álbum: Sucker. Ante un austero despliegue de medios en la
puesta en escena –veremos que con Katy Perry sucedería lo contrario- Charli
hubo de valerse de su poderosa presencia; un vestido llamativo, aspavientos
varios, bailes fuera de sí y sacudidas de cabeza; para que no solo se la
escuchase, sino para que también se la viese en un recinto de las dimensiones del Palau Sant Jordi. Vocalmente, no hay nada que
reprocharle más allá de que la música sobrepasó a su garganta en algún momento.
Break the Rules,
Breaking U, Sucker, Doing It, Boom Clap y hasta el popular I Love It que escribió para Icona Pop
sonaron durante la media hora que duraba show. Otra media hora fue la que
requirieron los tramoyistas para montar el espectacular escenario con qué nos
recibiría Katy Perry.
A estas alturas, no será considerado spoiler decir que empezó
su actuación con la canción Roar. Ahí
ya intuimos lo que nos esperaba aquella noche: una cuidada y llamativa puesta
en escena con el prisma como eje principal, desde donde se iban sucediendo
imágenes, muchas de ellas en tres dimensiones, que provocaban una inmersión
total en los ambientes que la anteriormente conocida como ‘Reina de los Dulces’
iba recreando.
Los tintes fluo para la escena tribal de Roar o la modernidad con que quiso
recrear el antiguo Egipto en Dark Horse,
nos muestra la originalidad con que el show aborda temáticas que podrían
considerarse trilladas a través de la historia del cine y la música.
Personalmente, nos satisfizo mucho la conexión que se estableció entre el
antiguo Egipto de Dark Horse y la
vida alienígena que nos quiso retratar con E.T,
todo a través de ese nexo global del espectáculo: las pirámides que, a su vez,
tienen forma de prisma. Todo encaja.
Pasaron tres canciones hasta que la cantante saludó y dio la
bienvenida a su público. A partir de ahí, estuvo algo más suelta e iba haciendo
pausas, por otra parte necesarias por motivos técnicos, para ir interactuando
con los fans hasta el punto de subir a dos fans al escenario: el último de
ellos para envolverlo en una tarta a ritmo de Birthday.
Hacia el final de Roar notamos alguna desafinación que nos
hizo lamentar que aquello pudiese repetirse durante toda la noche. Pero lejos
de ello y contrariando a los mitos que existen acerca de ello, Katy Perry
demostró ser muy capaz de abordar vocalmente una actuación en directo de dos
horas, tanto con los temas en acústico como con aquellos donde su compañero de
viaje era el sintetizador.
Más allá de la estética a que nos tiene acostumbrados en los
videoclips, la cantante parecía tener el deber moral de retratar su pasión por
los gatos. Una parodia del musical Cats
donde los bailarines abordaban Hot ‘N’
Cold con pasos de claqué en una versión más jazzística del tema hizo
chasquear los dedos a más de uno. No podía ser menos viniendo de alguien cuya
gata fue bautizada con el nombre de Kitty Purry. También hubo lugar para los vídeos
divertidos de gatitos y las frivolidades con nos han divertido en los
videoclips como This Is How We Do, Birthday o California Gurls, este último
acercándose a algunas escenas de su actuación de hace dos semanas en la Super
Bowl en detrimento de las referencias a la época de "la chica de los cupcakes".
La Katy acústica salió hacia la mitad del espectáculo
aglutinando The One That Got Away, Double Rainbow o Unconditionally en el momento en que aprovechó para coger la
guitarra. A partir de ahí, los singles más rítmicos fueron saliendo hasta
acabar el espectáculo con la pirotecnia que requiere un tema de la envergadura
de Firework.
¡Fuego, luces, colores, imágenes en 3D, un revivial de la
música de los 90’s que culminó con la interpretación de Walking on Air, neones, dibujos animados, brilli-brilli, una “dance
cam” –que es como una “Kiss Cam” pero menos comprometidora- confeti, purpurina, muñecos hinchables, pasarelas
móviles, trapecistas, Katy sobrevolando al público con un arnés, y hasta un
caballo de oro! Un espectáculo circense-carnavalesco que no menosprecia las
capacidades de la artista.
Aún sin entender si esa fue la idea con que concibió el
espectáculo, entendimos que el leit motiv
del espectáculo, el prisma, tiene su origen en las distintas facetas no
excluyentes de Katy Perry. Todas ellas confluyen en una misma figura, la de
aquella que, a través de distintas historias, recursos y escenografías siempre
trata de transmitir el mismo mensaje de positivismo y creatividad con qué mirar
a los ojos a la vida misma.
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